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Morir de amor

Cuando nuestro corazón se somete a un estrés emocional intenso, puede “romperse”.

Es lo que llaman el “síndrome del corazón roto” o cardiopatía de Takotsubo...

La bella Isolda es el estandarte del amor sublimado: la heroína enamorada que muere al saber que Tristán, su amante, ha perecido. Ópera o literatura, esto no deja de ser una romántica ficción.

Pero, en la no-ficción, ¿podemos morir de amor?

Decir que sí sería aventurarse demasiado. Sin embargo es cierto que la pena es un dardo directo al corazón, y no hablamos en sentido figurado. Según un estudio de la Sociedad Europea de Cardiología, la relación entre tristeza extrema y patologías cardíacas es un hecho evidente. Si Isolda hubiese sido un personaje de carne y hueso podríamos asegurar que lo que sufrió al conocer la muerte de Tristán fue una especie de ataque al corazón, claro que entonces el desenlace no habría sido ni tan fatal ni tan romántico.

Cuando nuestro corazón se somete a un estrés emocional intenso puede “romperse”.

Cuando nuestro corazón se somete a un estrés emocional intenso, como la muerte de un ser querido, puede “romperse”. La producción de adrenalina se dispara tanto que debilita el músculo cardíaco hasta tal punto que el ventrículo izquierdo del corazón adquiere una forma cónica.

Es lo que llaman el “síndrome del corazón roto” o cardiopatía de Takotsubo – las trampas para atrapar pulpos en Japón tienen forma de cono y se llaman así –. Sus síntomas son parecidos a los de un ataque cardíaco: dolor en el pecho, mareo, dificultad para respirar. Sin embargo no es letal. Es más bien una dolencia temporal que no deja secuelas porque que afecta únicamente al músculo cardíaco, no a las arterias coronarias.

La conclusión es que, a pesar de que Camilo Sesto lo gritaba a los cuatro vientos, no se puede morir de amor, al menos no de una manera fulminante como Isolda. Pero sí está cada vez más claro que una pena profunda y prolongada o una depresión aguda pueden llegar hacer estragos en nuestro corazón.

Eso es precisamente lo que le ocurrió a Johnny Cash. El aguerrido corazón del tipo duro del rock no soportó la pérdida de June, su compañera de más de tres décadas. De ella dijo que era sus “señales en el camino” y la mujer más grande que jamás había conocido. Cuando su luz dejó de guiarle, Cash quedó sumido en una gran depresión y se apagó para siempre cuatro meses después de que lo hiciese June Carter. Los médicos dijeron que había sufrido una insuficiencia respiratoria. Para los románticos la versión de sus amigos íntimos es mucho más plausible: a Johnny el corazón se le rompió en mil pedazos.

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